Partimos del hecho que toda persona tiene el mismo valor y vale solo por ser, ni más ni menos; sin importar sus circunstancias de vida no deja de ser valiosa, si es una persona con capacidades diferentes, si tiene una enfermedad, si es dependiente y así podríamos comentar muchas otras situaciones de vida que no nos hace menos.
El Washington State Departament of Social and Healt Services (2007), especifica que entre las funciones que debe realizar un cuidador se encuentra fomentar dos de las importantes necesidades humanas, el respeto y la dignidad. Las cuales no cambian cuando la persona envejece, se enferma o queda discapacitada, de hecho, ésta podría incluso acentuarse más.
La palabra dignidad significa “calidad de digno”, merecedor de algo, excelencia, el ser humano desde el momento de la concepción tiene derecho a ser respetado, bien tratado, recibir protección entre otros. En el caso de una persona enferma o dependiente, se hace necesario que la persona responsable de su cuidado asuma una actitud madura, manifestada a través de la sensibilidad por el deterioro fisiológico que le acompaña con frecuencia en múltiples enfermedades ya sea, alteraciones psicológicas, sociales y discapacidades, además, del sufrimiento por las pérdidas que la misma enfermedad propicia y lo hace débil y vulnerable.
Para poder ejercer un cuidado y trato digno tenemos que tener presentes estas pautas: Empezando con el respeto a su “privacidad física y emocional”; siendo sensibles al cuidar su pudor ya que, aunque tengas que verlo desnudo no significa que le guste y hay que hacer todo lo posible para no incomodar ese momento con comentarios y gestos fuera de lugar y en cuanto al respetar de su privacidad emocional se empieza con el simple acto de dirigir el trato como a una persona adulta que es y nunca infantilizar su vejez, estar conscientes que aun teniendo acceso a sus objetos personales y de valor siempre se tiene que pedir autorización para tomarlos, escuchar con atención sus opiniones y nunca hablar en presencia de la persona como si no lo estuviera. En definitiva, considerarles y tratarles como personas, transmitiendo humanidad, humanizando el apoyo que ofrecemos.
Y por último el “respeto a su derecho a elegir” sin duda la dependencia la provocan ciertos padecimientos, pero una parte importante de la discapacidad de las personas dependientes resulta de su entorno. Nos referimos específicamente al lugar en el que se desenvuelve y a las actitudes y conductas de los sujetos cercanos. Ambas cosas pueden incrementar la dependencia o, todo lo contrario: favorecer su autonomía.
No olvidar que lo recomendable es no hacer las cosas que la persona puede realizar por sí misma y que se debe estimular para que utilice las facultades que aún conserva. En la medida de lo posible se le debe preguntar qué es lo que prefiere ya que esto las personas dependientes lo valoran mucho. Hay momentos en que con una sola mirada dará su aprobación. Para todo lo que sea factible debe tomar en cuenta sus gustos y predilecciones. Lo anterior le ayudará a usted como cuidador y persona responsable del enfermo a decidir la mejor opción tanto en los asuntos más trascendentales como en los más cotidianos así él siente que participa y que lo toman en cuenta y de ésta manera incrementa su autonomía y su autoestima lo que permite un impacto positivo en su calidad de vida.
Marilin Quiñones Castro
Licenciada en Gerontología
Miembro de la Pastoral de la Salud Yucatán.