Deja de preocuparte por todo y por nada

Por: Carmen  Buenfil Heredia

Psicóloga clínica

 

Nos encontramos nuevamente y esperamos que hayas logrado organizar tu tiempo para sacar el máximo provecho a cada día. Ahora te proponemos una segunda estrategia para está semana que nos ayudará a continuar manteniendo una buena salud mental y emocional.

Semana 2. Deja de preocuparte por todo y por nada

Una situación como la que estamos atravesando sin duda puede llevarte a la preocupación excesiva: ¿Qué pasará si me enfermo? ¿Mis hijos estarán bien? ¿Qué voy a hacer si mi negocio quiebra? Muchas veces las preocupaciones giran sin cesar en la cabeza al grado de causar malestar emocional, angustia, pánico y hasta parálisis por análisis: me preocupo tanto que no logro ocuparme de nada.

Para afrontar la preocupación excesiva aquí tienes algunas reflexiones sobre la misma, así como sugerencias para ponerle freno.

  1. Tu mente puede convencerte de que aquello que es posible, e incluso probable, es por lo tanto real. Por ello presentas síntomas (dolor, tristeza, malestar físico, llanto, etc.) como si algo YA estuviera ocurriendo, cuando en efecto tu preocupación es IRREAL, aquello que temes no está ocurriendo. Esto te lleva a tratar de ocuparte de tus síntomas (calmarte, distraerte, desahogarte, hacer cosas para tratar de controlar la situación -por ejemplo llamar a tus seres queridos para decirles que “no les vaya a pasar nada”) que, por lo general, se mantienen o aumentan en tanto sigas pasando en tu sala de cine privada -tu mente- tu película de terror.
  2. Cuando te sugieren que dejes de preocuparte te llenas de argumentos que sostienen tus preocupaciones, por ejemplo: si no me preocupo sería mala madre / mal jefe, si no me preocupo es que soy irresponsable, si no me preocupo es que soy un insensible, si no me preocupo no sabré qué hacer cuando el problema se presente. Pero si lo analizas cuidadosamente, las preocupaciones suelen usar toda tu energía, de modo que ya no te queda tiempo para evitar lo que te preocupa, por ejemplo, tomas malas decisiones en tu labor de madre /jefe, te descontrolas y actúas irresponsablemente -como romper desesperado la cuarentena porque tenías que ver a tus nietos y asegurarte con tus propios ojos de que están bien-, tu atención gira alrededor de tu propio pesar y dejas de mirar las necesidades reales de los demás, y no tomas previsiones sensatas en caso de que los problemas se presenten. En tanto más te preocupas, menos te ocupas.
  3. Tu preocupación puede llevarte a buscar incesantemente una solución perfecta, total, sencilla y rápida para aquello que te preocupa; tu mente funciona entonces como una computadora congelada: procesa, procesa y no ejecuta. Ninguna opción parece cumplir con tus exigencias, así que la descartas y sigues preocupándote. Para salir de este callejón, puedes hacer una lista de tus preocupaciones, anotar al lado de cada una la solución que considerarías ideal -pero que no es alcanzable-, y luego una solución aceptable -parcial, temporal, de mejoría- pero posible y alcanzable por ti y ahora.
  4. Ocúpate de las cosas según este listado, ejecutando las acciones que has descubierto como aceptables y posibles. Date crédito por lo poco o mucho que la situación mejore. Recuerda que todo avance es bueno.
  5. Cuando hagas oración, evita repetir insistentemente lo que quieres que pase (por ejemplo pedirle una y otra vez a Dios que te conceda tu solución perfecta). Mejor, pide la capacidad de aceptar que hay cosas que no están bajo tu control. Deja tales cosas en manos del Señor; imagínate estar en sus brazos, que te arropan cuidadosamente, en medio de las tormentas que no puedes detener. Da gracias por haber realizado lo poco que está en tus manos, y pide ser inundado de paz.

Tal vez una cosa que no esté por completo bajo tu control en este momento sea dejar de preocuparte y angustiarte tanto de una vez por todas. No importa; haz lo que puedas, un día a la vez, date crédito por el avance y continúa al día siguiente.