Discriminar no es de cristianos

Pastoral de la Salud

Pasado mañana sábado 1 de diciembre se llevará al cabo la jornada mundial del VIH-sida, una enfermedad que cada día ataca a más personas en el mundo.

La familia y la sociedad en general no están preparados para convivir con las personas infectadas: hay rechazo, aislamiento, marginación y soledad.

En el documento de América Latina llamado “Aparecida”, por el lugar donde fue realizado el sínodo, los obispos dicen: “Consideramos de gran prioridad fomentar una pastoral con personas que viven con el VIH-sida, que promueva el acompañamiento comprensivo, misericordioso y la defensa de los derechos de las personas infectadas; que implemente la información, promueva la educación y la prevención, con criterios éticos, principalmente entre las nuevas generaciones”.

Documento 421

La pandemia del VIH-sida debe cuestionarnos acerca del sentido de generosidad que como ciudadanos y cristianos estamos realizando.

La Iglesia católica, a través del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios, lleva adelante una fundación llamada El Buen Samaritano, que el mismo papa Juan Pablo II instituyó.

Esta fundación tiene por objetivo ayudar a las personas de escasos recursos económicos con las vacunas antirretrovirales.

Así, la Santa Sede ayuda en el mundo a unas 350,000 personas que viven con esta enfermedad, otorgando el tratamiento de retrovirales a unas 90,000 —entre hombres, mujeres y niños— en forma completamente gratuita.

Al mismo tiempo, esta fundación promueve un cambio de sensibilidad que respeta la dignidad de los enfermos, evitando todo tipo de discriminación social o cultural contra ellos.

Esto, sin contar con el número ingente de personas que se dedican a la atención, no solo un rato de su vida o como parte de sus ganancias, sino la vida entera.

Mediadora

La Iglesia no solo promueve un cambio de actitud y respeto hacia los enfermos, frecuentemente víctimas del vacío social, por medio de la caridad, sino que es una voz que aboga por la igualdad de los enfermos en el mundo.

Proclama y da testimonio con generosa disponibilidad del Evangelio de la vida y de la esperanza.

Anuncia que Cristo consuela a cuantos viven en medio de angustias y dificultades, fortalece a quienes atraviesan momentos de cansancio y vulnerabilidad, sostiene a quienes trabajan apasionadamente con el fin de asegurar a todos mejores condiciones de vida y de salud”.— Alejandro de Jesús Álvarez Gallegos, coordinador diocesano para la Pastoral de la Salud