Engaños para padres ansiosos

Pastoral de la salud

En un reciente artículo publicado en el British Medical Journal se analizan algunas causas que, al parecer, pueden incrementar los costes originariamente atribuidos a la fecundación in vitro.

El número de embarazos múltiples es cuatro veces mayor en las fecundaciones in vitro que en la vía natural y los mismos pueden asociarse con aumento de diabetes gestacional, hemorragias post-parto, bajo peso al nacimiento, nacimientos prematuros, y depresión post-natal. También parece confirmado que los niños nacidos por fecundación in vitro presentan un mayor índice de defectos neonatales, 1.32 veces más que los nacidos por vía natural. Incluso un 30% de las mujeres que acuden a la fertilización in vitro pueden padecer un síndrome de hiperestimulación ovárica y es indudable que tratar todos los cuadros clínicos anteriormente citados implica un objetivo incremento de recursos económicos.

Otros campos menos explorados, pero del que cada vez se tienen más evidencias, son los trastornos mentales que pueden acompañar a la fecundación in vitro, que normalmente también requieren dedicación económica. Así, incluso a los 10 años de la fecundación in vitro, se pueden detectar en las mujeres elevados niveles de depresión y ansiedad. También un estudio llevado al cabo en 2011, en Dinamarca, ha puesto de manifiesto que las mujeres que no consiguen tener el tan deseado hijo tienen el doble de riesgo de suicidio que las mujeres que sí lo han conseguido.

Por otro lado, otra razón por la que se pueden incrementar los costes de la fecundación in vitro es por la propaganda engañosa que a veces acompaña a estas prácticas, en las que se exageran las perspectivas de poder alcanzar el hijo y también porque el 30% de las clínicas europeas y no pocas americanas de procreación asistida informan a sus clientes tener mayor expectativa de conseguir el hijo que las que en realidad tienen.

Como sacerdote, he tratado con varias parejas, matrimonios que se acercan para consultar acerca de la moralidad de este acto. Ante esto hay que decir, que los hijos no son un derecho, sino un don que se recibe, y aunque es muy noble y muy loable desearlo, solo se tiene derecho a realizar los actos propios de la intimidad conyugal para acceder a la paternidad ejercida responsablemente. Que nadie engañe, diciendo que te va a dar un hijo a cambio de miles de pesos invertidos en tratamientos que solo conllevan peligros y desestabilidad emocional, psicológica y espiritual en los matrimonios.—Presbítero Alejandro Álvarez Gallegos, coordinador diocesano para la Pastoral de la Salud