Los niños, los más afectados

Pastoral de la Salud

Justo Aznar, director del Instituto de Ciencias de la Vida de la Universidad Católica de Valencia, en España, escribió un artículo muy interesante acerca de la valoración bioética de la procreación asistida, pues dice que ésta se mueve entre el innegable bien que supone proporcionar un hijo a una pareja que lo desea y los efectos adversos que esta práctica puede tener.

Entre estos efectos está la mujer gestante, los embriones producidos y el niño nacido, todo ello, al margen de los problemas morales que se plantean y que, esencialmente, afectan a aquellas personas cuya vida tiene una visión trascendente y quieren que sus relaciones de pareja sean acordes a lo que el magisterio de la Iglesia Católica y de otras religiones defienden en este campo.

Pero, al margen de este último colectivo, la valoración bioética de la reproducción asistida puede afectar a otras muchas personas, pues no hay que olvidar que desde 1978, año en el que nació la primera niña por fecundación “in vitro”, hasta nuestros días, han nacido más de 5 millones de niños utilizando estas técnicas y que su curva de crecimiento parece imparable a medida que la tecnología continúa avanzando.

Además de por razones médicas y sociales, la reproducción asistida, y las numerosas clínicas que se amparan bajo su paraguas, son un campo médico que proporciona cuantiosos beneficios económicos, por lo que, su desarrollo está también propiciado por este interés pecuniario.

Pero volviendo a la reflexión bioética, son fundamentalmente tres los aspectos negativos que hay que considerar, siendo el tercero de ellos, las consecuencias adversas que pueden padecer los niños nacidos por estas técnicas.

Indudablemente el mayor número de embarazos gemelares por el uso de técnicas de procreación asistida puede favorecer la existencia de problemas adversos en los niños nacidos, pero, además de ello, también en los niños nacidos de embarazos de un solo feto existe un riesgo de efectos —obstétricos y perinatales— aumentado cuando se compara con los niños nacidos por vía natural.— Presbítero Alejandro de J. Álvarez Gallegos. Coordinador Diocesano de la pastoral de la salud