No debemos huir del duelo

Pastoral de la salud

La muerte solo puede causar pavor a quien no sabe llenar el tiempo que le es dado para vivir. Viktor Frankl

La experiencia de la muerte es algo que a todos nos toca vivir. La muerte de un ser querido nos desestabiliza. Esto es cierto, pero no podemos conformarnos con que sea así. Necesitamos entrar en el proceso del duelo, no huir de él. Podemos inventar mil excusas para no hacer el duelo, pues creemos que “el tiempo lo cura todo”, y no es así.

El duelo es el proceso por el cual los seres humanos nos enfrentamos al dolor y al sufrimiento y nos reconocemos vulnerables, y después aceptamos la sanación de la herida que provocó la muerte de esta persona que tanto amábamos.

El dolor es necesario vivirlo a través del sufrimiento, pero no debemos acostumbrarnos a vivir en él por siempre. Y bueno también hay que entender que la concepción de la muerte es diferente según la etapa de vida en la que estemos, pues no es lo mismo explicarle a un niño, que a un joven o un adulto que se encuentra en una enfermedad.

La vida es un proceso, un desarrollo, y en la medida que se vaya viviendo, así también debe ser el proceso de la aceptación de su caducidad, mirando siempre más allá de la vida misma, mirando la trascendencia.

Hay muchas preguntas que nos hacemos ante la muerte de un ser querido. Estas preguntas nos pueden angustiar si no encontramos respuestas, y la mayoría de las veces así sucede. No te preguntes por qué se murió, sino mejor para qué aconteció esto, qué lectura le puedo dar a mi vida después de este acontecimiento.

Los grupos de ayuda pueden ser una herramienta eficaz para superar la tristeza o depresión por la pérdida de un ser querido. En la parroquia de Nuestra Señora de Fátima, sede de la Pastoral de la Salud, impartimos un taller del duelo para personas que aún no han podido superar la muerte de una persona amada.

El próximo lunes 28 de enero iniciamos. Pide informes al teléfono 925-35-54 o al celular 9994-913334 o directamente en oficinas.

La muerte no es el final, es el principio de una nueva vida en la eternidad.— Presbítero Alejandro Álvarez Gallegos, coordinador diocesano para la pastoral de la salud