Vamos alegres en la esperanza

Pastoral de la Salud

El tercer domingo de adviento que celebramos el domingo pasado tiene la característica de ser “Gaudete”, es decir; de gozo y alegría. La alegría es una característica esencial de la fe. Sentirse amado y salvado por Dios es un gran gozo; sabernos hermanos de Jesucristo que ha dado su vida por nosotros es el motivo principal de la alegría cristiana. Un cristiano abandonado a la tristeza tendrá una vida espiritual raquítica, no llegará a ver todo lo que Dios ha hecho por él y, por tanto, será incapaz de comunicarlo. La alegría cristiana brota de la acción de gracias, sobre todo por el amor que el Señor nos manifiesta; cada domingo lo hacemos comunitariamente al celebrar la Eucaristía.

Sin embargo, no pocas personas al llegar este mes decembrino sienten tristeza y nostalgia por diversas experiencias que vivieron a lo largo del año.

Sabemos que la celebración de la Navidad es una época para compartir con los seres queridos. Sin embargo, algunas personas no tienen a esos seres queridos, ya sea por consecuencia de abandono o muerte, y la memoria de estos eventos puede causar angustia o depresión.

Debemos ir más allá y mirar la esencia de este tiempo. Dios mismo se ha encarnado y se ha hecho hombre, es el “Emmanuel”, el Dios con nosotros, que vino a salvarnos y a liberarnos de las ataduras del pecado. Como no estar alegres ante el nacimiento del Príncipe de la Paz, pues la llegada de ese niño ha traído la Salvación a todos los pueblos.

Salgamos al encuentro de los demás, no anclemos nuestros pensamientos y emociones en el pasado, hay mucha gente que nos necesita, que necesita de tus brazos, de tus piernas, de tu voz para nacer a una vida nueva con esperanza. Miremos el pesebre, contemplemos la grandeza del amor y llevemos especialmente a los más necesitados la alegría del Evangelio. Cristo debe nacer en los barrios mas abandonados, en los corazones más fríos, en los hogares mutilados por la violencia y el abandono, tu y yo somos herramientas de Cristo para hacerlo nacer ahí.

Estimado lector, deseo que la paz y la bondad del “Emmanuel” inunden tu hogar y se contagie en el ambiente en el que te encuentres. Que tengas una muy feliz Navidad.— Presbítero Alejandro Álvarez Gallegos, coordinador diocesano para la pastoral de la salud