Celebramos medio siglo de la Encíclica Humanae Vitae

Pastoral de la salud

Se ha cumplido el 50 aniversario de la Encíclica Humanae Vitae del Papa Pablo VI, que fue promulgada el 25 de julio de 1968 y que trata acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la regulación de la natalidad, así como diferentes aspectos del amor conyugal, como el respeto de la “naturaleza y de la finalidad del acto matrimonial”.

Una Encíclica por demás vigente, pues en el documento se reafirma la relación inseparable entre el significado unitivo y el de la procreación del acto conyugal; y se declara también la ilicitud de algunos métodos para la regulación de la natalidad, como el aborto, la esterilización y la contra concepción; mientras aprueban los métodos basados en el reconocimiento de la fertilidad.

También se indican las características del amor conyugal, de la paternidad responsable, y el respeto de la “naturaleza y de la finalidad del acto matrimonial”.

En el segundo capítulo la atención se dirige a los caminos ilícitos para la regulación de la natalidad y sobre la ilicitud de los medios terapéuticos, a la vez que se aborda el recurso a los períodos infecundos.

Es relevante la afirmación en el número 18 del documento pues ahí se dice que: “Se puede prever que estas enseñanzas no serán quizá fácilmente aceptadas por todos: son demasiadas las voces —ampliadas por los modernos medios de propaganda— que están en contraste con la Iglesia. A decir verdad, ésta no se maravilla de ser, a semejanza de su divino Fundador, “signo de contradicción”, pero no deja por esto de proclamar con humilde firmeza toda la ley moral, natural y evangélica. La Iglesia no ha sido la autora de éstas, ni puede por tanto ser su árbitro, sino solamente su depositaria e intérprete, sin poder jamás declarar lícito lo que no lo es por su íntima e inmutable oposición al verdadero bien del hombre. Al defender la moral conyugal en su integridad, la Iglesia sabe que contribuye a la instauración de una civilización verdaderamente humana; ella compromete al hombre a no abdicar la propia responsabilidad para someterse a los medios técnicos; defiende con esto mismo la dignidad de los cónyuges. Fiel a las enseñanzas y al ejemplo del Salvador, ella se demuestra amiga sincera y desinteresada de los hombres a quienes quiere ayudar, ya desde su camino terreno, “a participar como hijos a la vida del Dios vivo, Padre de todos los hombres”.

Les recomiendo ampliamente su lectura y asimiliación, pues a 50 años es un documento que aún ilumina y guía las conciencias de muchas personas que quieren vivir en libertad su compromiso matrimonial.— Presbítero Alejandro Álvarez Gallegos, coordinador diocesano para la Pastoral de la Salud