Hacia los 25 años de la visita del papa Juan Pablo II a Yucatán

Pastoral de la salud

Durante esta semana se está llevando a cabo el primer Congreso de Pueblos Originarios y afromexicanos aquí en Mérida. El próximo 11 y 12 de agosto celebraremos los XXV años de la presencia del santo padre Juan Pablo II a estas tierras yucatecas. Es por este motivo que el próximo sábado se llevará al cabo una gran concentración en Izamal para conmemorar este significativo evento que revolucionó nuestro estado y nuestra arquidiócesis de Yucatán. La celebración eucarística será a las 9 a.m., en el atrio del convento franciscano, y estamos todos invitados a participar.

Para Juan Pablo II las etnias ocupaban un lugar central en su corazón, así lo llegó a expresar en Izamal el 11 de agosto de 1993: “Vengo a esta bendita tierra del Mayab en nombre de Jesucristo, pobre y humilde, que nos dio como señal de su realidad mesiánica el anuncio de la Buena Nueva a los pobres (cf. Mt 11, 6); de este Jesús que sentía compasión por las muchedumbres, que venían de todas partes a escuchar su palabra, ‘porque estaban fatigados y abatidos como ovejas que no tienen pastor’ (Ibíd., 9, 36). Vengo para cumplir la misión que he recibido del Señor de confirmar en la fe a mis hermanos (cf. Lc 22, 32). Vengo a traeros un mensaje de esperanza, de solidaridad, de amor”.

“Sé de no pocos hermanos y hermanas indígenas que han sido desplazados de sus lugares de origen, siendo privados también de las tierras donde vivían. Existen igualmente muchas comunidades indígenas, a lo largo y ancho del Continente americano, que sufren un alto índice de pobreza. Por eso, el mundo no puede sentirse tranquilo y satisfecho ante la situación caótica y desconcertante que se presenta ante nuestros ojos: naciones, sectores de población, familias e individuos cada vez más ricos y privilegiados frente a pueblos, familias y multitud de personas sumidas en la pobreza, víctimas del hambre y las enfermedades, carentes de vivienda digna, de servicios sanitarios, de acceso a la cultura”.

Palabras fuertes y llenas de sabiduría, que hasta hoy siguen clamando al cielo en espera de respuestas ciertas y concretas. Necesitamos mirar a los pueblos originarios con la certeza de que es el Señor quien las acompaña, y que todo lo que hagamos para su desarrollo integral les ayudará a vivir en un ambiente sano y santo. Como discípulos y misioneros de Jesucristo en la Iglesia, nos sentimos comprometidos para buscar mejores condiciones de vida para una auténtica transformación de sus personas y comunidades.— Alejandro Álvarez Gallegos, coordinador diocesano para la Pastoral de la Salud