Día nacional de donación de órganos y tejidos

salud septiembre 26

Pastoral de la Salud

En el individuo humano, la subordinación de las partes orgánicas al bien de todo el organismo es total. Los órganos y las funciones físicas del cuerpo estás subordinadas, evidentemente, al bienestar del organismo.

“Un miembro físico particular tiene indudablemente cierta existencia propia, pero como tal, no existe en ningún modo por sí mismo: aquél es absorbido finalmente por el conjunto del organismo (…) Cada miembro, por ejemplo la mano, el pie, el corazón, el ojo, es una parte inteligente destinada esencialmente a insertarse en el conjunto del organismo. Fuera del organismo, no tiene, por su propia naturaleza, ningún sentido, ninguna finalidad, cada miembro es absorbido por el conjunto del organismo, en el cual se inserta”[1].

En coherencia con la defensa de la vida, conforme al quinto mandamiento[2], la Iglesia ha sostenido la tutela de la integridad corporal: “Nadie puede disponer arbitrariamente de sus órganos”[3]. Por eso advierte del gran peligro y malicia de que un ser humano sea considerado como simple material biológico o que se dé la venta de órganos.

La postura de la Iglesia, en general, es favorable a los trasplantes de tejidos y órganos humanos, practicados prudente y cuidadosamente.

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Repetimos con el papa Juan Pablo II una valiosa motivación dirigida a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: “Al donar la sangre o un órgano de nuestro cuerpo, tener siempre presente esta perspectiva humana y religiosa; que nuestro gesto hacia los hermanos necesitados sea realizado como un ofrecimiento al Señor, el cual se ha identificado con todos los que sufren a causa de la enfermedad, de accidentes en la carretera o de desgracias en el trabajo”; que sea un regalo hecho al Señor paciente, que en su pasión se ha dado en su totalidad y ha derramado su sangre para la salvación de los hombres”[4].

El criterio fundamental ético en el trasplante es, por lo tanto, el respeto y la promoción del hombre como persona. En término más concretos, el trasplante se pone al servicio de la vida, en el sentido de defenderla y favorecerla. La moral, previo juicio favorable del médico, nunca ha tenido dudas sobre la licitud de los trasplantes autoplásticos (extracción y trasplante sobre el mismo sujeto). Lo mismo se podría decir de los trasplantes de carácter estético: se supone que las razones por las que se realizan son serias y racionales. También está fuera de duda la bondad moral de los trasplantes homoplásticos de un ser vivo, dado que no deja -para su funcionalidad y operatividad- consecuencias sustanciales.

Cuando hablamos de la moral de los trasplantes o donaciones de órganos integrales es necesario recurrir a dos principios complementarios: la indisponibilidad sustancial del propio ser y la solidaridad con los demás miembros de la comunidad humana.

Debido a los avances de las ciencias médicas estamos en grado de afirmar que, aunque sigue siendo válido el principio de indisponibilidad, la ciencia nos asegura que no es, en absoluto, el caso de hablar de atentado contra la vida ni contra la integridad sustancial del ser.— Presbítero Alejandro de Jesús Álvarez Gallegos, coordinador diocesano para la Pastoral de la Salud