Jornada de oración por los enfermos

Pastoral de la Salud

El 11 de febrero celebraremos la XXVIII Jornada Mundial de oración por los enfermos. Una jornada que nos permite acercarnos al hermano que sufre y a sus familias para mirar así el rostro de Cristo, enfermo y herido.

En la XXVIII Jornada Mundial del Enfermo, Jesús dirige una invitación a los enfermos y a los oprimidos, a los pobres que saben que dependen completamente de Dios y que, heridos por el peso de la prueba, necesitan ser curados. Jesucristo, a quien siente angustia por su propia situación de fragilidad, dolor y debilidad, no impone leyes, sino que ofrece su misericordia, es decir, su persona salvadora. Jesús mira la humanidad herida. Tiene ojos que ven, que se dan cuenta, porque miran profundamente, no corren indiferentes, sino que se detienen y abrazan a todo el hombre, a cada hombre en su condición de salud, sin descartar a nadie, e invita a cada uno a entrar en su vida para experimentar la ternura.

En su mensaje anual con motivo de esta jornada, el papa Francisco se pregunta, ¿Por qué Jesucristo nutre estos sentimientos? Porque él mismo se hizo débil, vivió la experiencia humana del sufrimiento y recibió a su vez consuelo del Padre. Efectivamente, solo quien vive en primera persona esta experiencia sabrá ser consuelo para otros.

Las formas graves de sufrimiento son varias: enfermedades incurables y crónicas, patologías psíquicas, las que necesitan rehabilitación o cuidados paliativos, las diversas discapacidades, las enfermedades de la infancia y de la vejez…

En estas circunstancias, a veces se percibe una carencia de humanidad y, por eso, resulta necesario personalizar el modo de acercarse al enfermo, añadiendo al curar el cuidar, para una recuperación humana integral.

Durante la enfermedad, la persona siente que está comprometida no solo su integridad física sino también sus dimensiones relacionales, intelectiva, afectiva y espiritual; por eso, además de los tratamientos espera recibir apoyo, solicitud, atención… en definitiva, amor. Junto al enfermo hay una familia que sufre, y a su vez pide consuelo y cercanía.

La Pastoral de la Salud, se convierte así en la acción de la Iglesia, de evangelizar el mundo de la salud, el sufrimiento, y mostrar así el rostro de Cristo.

Por otra parte, les comento que los últimos años de mi ministerio sacerdotal los he vivido bajo esta perspectiva de evangelización del mundo de la salud, y han sido los años más plenos y profundos. Hoy me toca entregar esta estafeta de la coordinación diocesana a un nuevo sacerdote, que estoy seguro que con su impulso, entusiasmo y competencia, continuará llevando adelante esta encomienda pastoral.

Agradezco al Diario, que durante todos estos años estén difundiendo los valores del evangelio a través de mis publicaciones. Esta columna que ahora se llama así, “Pastoral de la Salud”, cambiará de nombre la próxima semana; agradeciendo a los lectores su asidua lectura durante estos últimos siete años de publicación ininterrumpida. Dios mediante, seguiré escribiendo siempre sobre temas relacionados con salud y evangelización.

Muchas gracias, Dios les bendiga… la Pastoral de la Salud es tarea de todos.— Presbítero Alejandro Álvarez Gallegos, coordinador diocesano para la Pastoral de la Salud