Hay emociones que causan daño

Pastoral de la Salud

Hemos platicado anteriormente acerca de las emociones. Los seres humanos tenemos distintas emociones que nos caracterizan en nuestra personalidad, temperamento, carácter, reacciones… Inevitablemente nuestras emociones desempeñan un rol fundamental en nuestra vida diaria.

Pero, creo aún podemos profundizar un poco más, ¿qué son las emociones? ¿cómo nos pueden ayudar a ser mejores personas, mejores cristianos, hombres y mujeres maduros? ¿Es acaso un enemigo a vencer? Yo considero que cuando no se trabaja a tiempo, se convierten en una enfermedad mental, que se somatiza en una enfermedad física.

Las emociones son parte inherente a nuestra vida diaria, vivimos todos los días con ellas, nos acompañan a donde vamos. Por eso es necesario aprender a identificarlas, a controlarlas y a usarlas, por decirlo así, a nuestro favor para que nos ayuden a ser mejores personas.

Tenemos que aprender a identificar nuestras emociones, a no tenerles miedo de encontrarlas, de sentirlas y de vivirlas.

Una de las más difíciles de llamarla por su nombre y de aceptarla es precisamente la emoción del rencor. Se puede vivir con ella por años y no lograr identificarla.

Las personas que viven esta emoción, ¿no se dan cuenta qué traen en el corazón, qué las oprime e incluso qué les impide entablar relaciones amistosas y sanas?

Sí, muchas veces se confunden los sentimientos con las emociones. Cuando no se tiene bien definido el cuadro de afectación, o el episodio trágico, doloroso, o negativo que han vivido, les cuesta aclarar qué emoción tienen.

No se debe huir sino enfrentar, pues; ¿por qué vivir en la amargura y frustración? ¿por qué estar tragando un veneno cada día, pensando que le hará efecto a la otra persona?

El Señor Jesús, médico por excelencia, nos ayuda a liberarnos y nos otorga su gracia para vivir como verdaderos hijos suyos.

Busquemos la gracia de Dios, salgamos al encuentro de los demás y construyamos relaciones sanas y fraternas, auténticamente cristianas.— Presbítero Alejandro Álvarez Gallegos, coordinador Diocesano para la Pastoral de la Salud