Pastoral de la Salud
La vida humana es un valor en sí y no solo es “instrumental”, puesto que no puede ser utilizada simplemente. Lo primero que se da en el hombre desde que comienza a formarse en el vientre materno es la vida, siendo el primer don del amor de Dios a cada hombre.
El hombre se asemeja a los demás seres vivos en cuanto que nacen, crecen, se reproducen y mueren. Sin embargo, el hombre es el único ser que se sabe viviente, es decir, consciente de que está vivo y lleva en sí la trascendencia.
La vida terrena del hombre está limitada por: la concepción en el vientre materno, la enfermedad, el cansancio, el sueño, la depresión, etcétera.
Pero el hombre ha sido dotado por Dios de una fuerza vital interna, que lo sostiene como ser vivo, llamado a la vida.
Vivir, en el sentido más propio de la referencia a la vida humana, es permanecer en actitud de agradecimiento al autor de la vida. Buscar continuamente la gracia del Dios y caminar en la fe, hacia la vida eterna.
La Teología Moral se interesa por la realidad llamada vida humana, la cual es una realidad compleja y trascendente, ya que, aunque se refiere primordialmente a lo material y sensible, no se limita a ello.
La vida humana puede ser considerada desde varios aspectos: biológica o terrena; física o corporalidad y futura o eterna.
Estas tres dimensiones de la vida humana se refieren a la misma persona, cuya vitalidad comienza, se desenvuelve y continúa hacia la eternidad.— Alejandro Álvarez Gallegos. Coordinador diocesano para la pastoral de la salud