Pastoral de la salud
¿Qué es, pues, lo que produce en nosotros la gracia del Espíritu Santo? La respuesta se nos ha dado, casi siempre en relación con el texto de Rom 5,5: “El amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”.
El Espíritu obra en nosotros la caridad, el ágape. Y téngase muy presente que la caridad no consiste solo en que nosotros amemos, sino en que nosotros amemos con el mismo amor de Dios (cf. Jn 17,26).
Por esto San Pablo habla indistintamente de que el cristiano debe vivir en caridad y vivir según el Espíritu. Realmente aquí se muestra en toda su nitidez, como si el cristiano ha sido liberado de la ley grabada en las tablas de piedra, no ha sido para caer en la inmoralidad sino para vivir la moral en su plenitud, para obrar en todo en conformidad con el amor.
Pero junto con el don del amor, el Espíritu pone en nosotros el don de la libertad, ya que la libertad del cristiano se expresa en el amor. El apóstol traza un maravilloso retrato de lo que debe ser la existencia cristiana al contraponer la vida según el Espíritu a la vida según la carne. En la medida en que el cristiano se deja llevar por el Espíritu Santo no puede pecar (cf. 1 Jn 3,6-9). Pero si abandonando al Espíritu se deja arrastrar hacia las obras de la carne, entonces deja de ser libre e hijo para convertirse en esclavo.
Es por eso, que el Espíritu Santo produce en nosotros el efecto de la santidad, y la santidad es salud en plenitud, salud-salvación. Dejémonos encontrar por la gracia de Dios, Él viene siempre a nuestro encuentro para conquistar nuestra vida solo para el Señor Jesús.
El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí. Contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el Espíritu, caminemos también según el Espíritu”.— Presbítero Alejandro Álvarez Gallegos, coordinador diocesano para la Pastoral de la Salud