Vivamos la vejez en plenitud

Pastoral de la salud

El envejecimiento de la población es uno de los más grandes triunfos de la humanidad, pero también es el mayor de sus retos. En México existen 7.4 millones de hogares con al menos un adulto mayor que representan 26.1% de los hogares del país; y según el censo de población 2010 en Yucatán el 10.1 % de la población tiene 60 años o más, lo que confirma que somos un Estado envejecido (Inegi, 2010).

Adulto mayor, persona con juventud acumulada, anciano, viejo, lo cierto es que son varios los calificativos para nombrar a una persona “de edad avanzada”.

Para la Organización Mundial de la Salud, OMS (2002), el envejecimiento activo es el proceso de aprovechar al máximo las oportunidades para tener un bienestar físico, psíquico y social durante toda la vida. El objetivo es extender la calidad, la productividad y esperanza de vida a edades avanzadas. Además de seguir siendo activo físicamente, es importante permanecer activo social y mentalmente, participando en actividades recreativas, de voluntariado o remuneradas, culturales, sociales, y educativas. Y que al pasar de los años permita a los adultos mayores sentirse satisfechos, llenos de vida, con aspiraciones por cumplir.

Se debe evitar creer que al llegar a la edad de la jubilación laboral, también se jubila de la vida. Así, es muy frecuente ver a personas de 60 años, que al jubilarse laboralmente sienten que han perdido todo, se quedan en su casa, sin hacer algo que les sea productivo, literalmente se sientan a esperar la muerte.

De ningún modo debe acontecer esto, pues el mismo papa Francisco hace poco pidió a los ancianos que sigan enseñando y transmitiendo la sabiduría de los pueblos.

El Santo Padre Francisco agregó que se podría pensar que en el caso de los ancianos hay “un exceso de eutanasia escondida, ya que no se cuida a los ancianos, pero esta eutanasia es cultural, no se les deja hablar y actuar”.

“No claudiquen de ser la reserva de nuestro pueblo, que transmiten la justicia, la historia, los valores, la memoria de pueblos. Y vosotros, jóvenes, por favor, no se metan con los viejos, déjenlos hablar, escúchenles”, dijo.

El Beato Juan Pablo II, en su Carta a los ancianos de 1999, les decía: “Los ancianos ayudan a ver los acontecimientos terrenos con más sabiduría, porque las vicisitudes de la vida los han hecho expertos y maduros. Ellos son depositarios de la memoria colectiva y, por eso, intérpretes privilegiados del conjunto de ideales y valores comunes que rigen y guían la convivencia social. Excluirlos es como rechazar el pasado, en el cual hunde sus raíces el presente, en nombre de una modernidad sin memoria. Los ancianos, gracias a su madura experiencia, están en condiciones de ofrecer a los jóvenes consejos y enseñanzas preciosas”.

En lo personal, siempre que visito a personas ancianas, no escatimo en tiempo para escuchar sus historias, pues me parece que son libros vivientes que no debemos dejar de leer.— Presbítero Alejandro de Jesús Álvarez Gallegos, coordinador diocesano para la Pastoral de la Salud en Yucatán